lunes, 25 de mayo de 2009

Monseñor Juan del Río Martín se despidió ayer de la que ha sido su diócesis durante nueve años en una misa solemne que llenó la Catedral a trece días



De antemano se decía que quería una misa sencilla pero al final, la última celebración eucarística de monseñor Del Río en la que hasta el seis de junio sigue siendo su Catedral fue solemne y muy participada. Fue el adiós de quien ha estado nueve años la frente de Asidonia Jerez y lo hizo ante más de un millar de personas que llenaron el primer templo donde se dispusieron unas 800 sillas supletorias a los asientos habituales. Y las representaciones institucionales no fueron menos: la alcaldesa de Jerez, Pilar Sánchez, y los alcaldes de Rota, Lorenzo Sánchez, de Arcos, Josefa Caro y El Puerto, Enrique Moresco; parte del gobierno municipal, concejales del Ayuntamiento, el comisario del Cuerpo Nacional de Policía, Andrés Garrido, organismos y organizaciones diocesanas. En definitiva toda la diócesis y Jerez en gran parte reunida en una misa emotiva en la que no faltó el ingrediente musical para darle mayor solemnidad a cargo de la orquesta y coro de la Catedral que, dirigida por Ángel Hortas, ofreció una misa de Franz Joseph Haydn, precisamente en el segundo centenario de su fallecimiento que se conmemora en este 2009. No fue menos el acompañamiento presbiterial a don Juan, que concelebró junto al obispo de Cádiz, monseñor Antonio Ceballos Atienza, y unos 60 sacerdotes diocesanos, de órdenes religiosas y algunos venidos de otras poblaciones como Sevilla. No faltó a esta cita su familia que una vez más estuvo presente, al igual que en otros momentos importantes que ha vivido Del Río.

Con una entrada en procesión, con música de Haendel, comenzó la misa cuya homilía era lo más esperado para oír lo que quería decir el arzobispo en su adiós. Recordó sus primera palabras recién nombrado obispo de Jerez hace nueve años: "Soy Juan, vuestro hermano en la fe y vuestro pastor". Así, confesó sus principios al servicio de la Iglesia local diciendo que "desde el inicio, y a lo largo de mi ministerio episcopal, sólo me he aferrado a la confianza en Jesucristo, mi Salvador y Señor, que todo lo puede y que nunca nos abandona. Estaba seguro de que la ilusión del comienzo, gastarme y desgastarme por el Evangelio y ser obispo de todos, con todos y para todos, no se apagaría con las dificultades del gobierno pastoral". Fue una homilía entrañable que aprovechó para agradecer la colaboración recibida y el trabajo de todos porque "habéis formado parte de mi vida, nunca me he visto solo, he sentido la fuerza de vuestras oraciones y el cariño que siempre me habéis dispensado. Puedo deciros que Jerez será como un tatuaje en mi corazón". También dejó últimos deseos para la diócesis: "enamoraos apasionadamente de Cristo y de su Iglesia, comunicadlo con alegría a todos, y estad siempre seguros que lo mejor que podemos hacer por esta sociedad de la increencia y de la desesperanza es dar la vida por Jesucristo y su Evangelio". Pidió fidelidad al Papa y al obispo, evocando haber servido a la diócesis "con entrega y gozo espiritual no exento de algún sufrimiento". En el mismo tono cercano y sincero dijo que "si en algunas ocasiones no lo he logrado, por debilidades o pecados propios, pido humildemente perdón a aquellas personas que haya podido escandalizar, defraudar u ofender". En referencia a lo hecho en este tiempo, especialmente las obras, "las que permanecen no son las piedras ni los edificios o instituciones creadas o potenciadas; sois todos y cada uno de vosotros, que habéis escrito 'la gran carta de Cristo' en la vida de este obispo". Recordó las iniciativas promovidas en los campos pastorales, espirituales y apostólicos, subrayando que "dejo una Iglesia joven, con raíces cristianas muy antiguas, que, sin complejos ante las modas sociales, mira al futuro con esperanza".

Recordando los monasterios de clausura, a los sacerdotes y diáconos, a los matrimonios y familias cristianas, a los educadores cristianos y profesores de religión, aseguró que Asidonia Jerez "es una Iglesia que sabe que en su seno hay mucha vida de santidad". Así, se refirió a los voluntarios de Cáritas, Manos Unidas y otras instancias y a las hermandades y cofradías que las llamó "pabilo de fe vacilante de la fe cristiana en medio de una sociedad secularizada". No faltó su recuerdo al Instituto Superior de Ciencias Religiosas Asidonense o el Instituto Teológico San Juan de Ávila ambas creaciones formativas de su episcopado. Tampoco olvidó su gobierno de la diócesis y por ello tuvo palabras de gratitud para vicarios, delegados diocesanos y todo el personal de la Curia.

En su última homilía como prelado jerezano agradeció la presencia y el apoyo de las instituciones públicas, "desde el respeto y la independencia de las instituciones, la Iglesia de Asidonia Jerez ha colaborado con ayuntamientos y colectivos sociales en favor del bien común de nuestro pueblo". Una vez más y no podía faltar en su despedida, habló de los periodistas a los que siempre ha tenido entre sus prioridades como obispo, agradeciendo "la estima y ayuda que me habéis prestado". Del mismo modo mostró también su gratitud "a todos los benefactores de esta comunidad diocesana que, con su generosidad, han hecho posible muchas de las realidades pastorales".

Terminó invocando "la intercesión de los patronos de la Diócesis para que nos hagan la merced de crecer cada día más en la fe de Jesucristo, de caminar en esperanza y de ser reconocidos por la caridad hacia los más pobres y desvalidos, como lo hizo el santo samaritano de Jerez".

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