domingo, 14 de septiembre de 2008

Pide Benedicto XVI: “Huid del culto a los ídolos”


13 de Septiembre (Vatican Information Service – VIS) - PARÍS. El Papa Benedicto XVI celebró esta mañana a las 10:00 horas la Santa Misa en la Explanada de los Inválidos, el conjunto monumental formado por el Hospital de los Inválidos, el Museo del Ejército y la Iglesia de San Luis de los Inválidos con el añejo Dôme (Cúpula), donde se encuentran las cenizas de Napoleón Bonaparte. "La primera carta de San Pablo dirigida a los Corintios -dijo el Pontífice en su homilía ante más de 200 mil personas- nos hace descubrir (...) hasta qué punto sigue siendo actual el consejo dado por el Apóstol. "No tengáis que ver con la idolatría", escribió a una comunidad muy afectada por el paganismo e indecisa entre la adhesión a la novedad del Evangelio y la observancia de las viejas prácticas heredadas de sus antepasados". "Fuera del pueblo de Israel, que había recibido la revelación del Dios único, -explicó- el mundo antiguo era esclavo del culto a los ídolos. Los errores del paganismo, muy visibles en Corinto, debían ser denunciados porque eran una potente alienación y desviaban al hombre de su verdadero destino. Impedían reconocer que Cristo es el único Salvador, el único que indica al hombre el camino hacia Dios". "Este llamamiento a huir de los ídolos sigue siendo válido también hoy. (...) La palabra "ídolo" viene del griego y significa "imagen", (...) pero también (...) "vana apariencia". El ídolo es un señuelo, pues desvía a quien le sirve de la realidad para encadenarlo al reino de la apariencia". "No es ésta una tentación propia de nuestra época, la única -subrayó el Santo Padre- sobre la que podemos actuar de forma eficaz? Es la tentación de idolatrar un pasado que ya no existe, olvidando sus carencias, o un futuro que aún no existe, creyendo que el ser humano hará llegar con sus propias fuerzas el reino de la felicidad eterna sobre la tierra". De igual modo,"el dinero, el afán de tener, de poder e incluso de saber, acaso no desvían al hombre de su verdadero fin?". Pero "la condena radical de la idolatría -afirmó el Papa citando a San Juan Crisóstomo, cuya memoria litúrgica se celebra hoy- no es en modo alguno una condena de la persona del idólatra. Nunca hemos de confundir en nuestros juicios el pecado, que es inaceptable, y el pecador, del que no podemos juzgar su estado de conciencia y que, en todo caso, siempre tiene la posibilidad de convertirse y ser perdonado". "Dios (...) nunca pide al hombre que sacrifique su razón -observó el Pontífice-. La razón nunca está en contradicción real con la fe. El único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ha creado la razón y nos da la fe, proponiendo a nuestra libertad que la reciba como un don precioso. Lo que desencamina al hombre de esta perspectiva es el culto a los ídolos, y la razón misma puede fabricar ídolos". "Pidamos a Dios, pues, que nos ve y nos escucha, que nos ayude a purificarnos de todos nuestros ídolos para acceder a la verdad de nuestro ser, para acceder a la verdad de su ser infinito". "San Pablo nos invita a usar no solamente nuestra razón, sino sobre todo nuestra fe para descubrirlo. Ahora bien, qué nos dice la fe? El pan que partimos es comunión con el Cuerpo de Cristo; el cáliz de acción de gracias que bendecimos es comunión con la Sangre de Cristo". "Desde hace veinte siglos -recordó el Santo Padre- el Señor resucitado se ha entregado a su pueblo. (...) Veneremos fervientemente el sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor, el Santísimo Sacramento de la presencia real del Señor en su Iglesia y en toda la humanidad". "La Misa es el sacrificio de acción de gracias por excelencia, el que nos permite unir nuestra propia acción de gracias a la del Salvador. (...) La Misa nos invita a discernir lo que en nosotros obedece al Espíritu de Dios y lo que en nosotros aún permanece a la escucha del espíritu del mal". Por eso, "alzar la copa de la salvación e invocar el nombre del Señor, no es precisamente la mejor manera de "no tener que ver con la idolatría"? Cada vez que se celebra una Misa, cada vez que Cristo se hace sacramentalmente presente en su Iglesia, se realiza la obra de nuestra salvación. (...) Sólo Èl nos enseña a huir de los ídolos, espejismos del pensamiento". Pero "¿quién puede alzar la copa de la salvación e invocar el nombre del Señor en nombre de todo el pueblo de Dios, sino el sacerdote?", se preguntó el Papa, y lanzó un "llamamiento esperanzado en la fe y en la generosidad" a "los jóvenes que se plantean la cuestión de la vocación religiosa o sacerdotal: ¡No tengáis miedo! -exclamó-. No tengáis miedo de dar la vida a Cristo! Nada sustituirá jamás el ministerio de los sacerdotes en el corazón de la Iglesia". "La esperanza seguirá siempre la más fuerte. La Iglesia, construida sobre la roca de Cristo, tiene las promesas de vida eterna, no porque sus miembros sean más santos que los demás, sino porque Cristo hizo esta promesa a Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del infierno no la derrotará". "Con la inquebrantable esperanza de la presencia eterna de Dios en cada una de nuestras almas, con la alegría de saber que Cristo está con nosotros hasta el final de los tiempos, con la fuerza que el Espíritu Santo ofrece a todos aquellos y aquellas que se dejan alcanzar por Él -concluyó S.S. Benedicto XVI- os encomiendo a la acción poderosa del Dios de amor que ha muerto por nosotros en la Cruz y ha resucitado victoriosamente la mañana de Pascua. A todos (...) repito las palabras de San Pablo: Huid del culto de los ídolos, no dejéis de hacer el bien". Después de la Santa Misa el Papa Benedicto XVI se dirigió a la Nunciatura Apostólica, donde almorzó con los Obispos de la región.